Al crearse Desamparados en el 1.782 Las Norias fueron incluidas en su término, como así continua hoy en día.
Además, aunque hoy en día no están en funcionamiento, todavía existen dos norias a cada lado del río Segura, llamadas Moquita -situada a la derecha del cauce- y Pando.
La instauración del califato omeya en Córdoba y el control absoluto del poder unos años más tarde, permite mejorar el desarrollo de toda al-Ándalus durante el siglo X y los inicios del XI, a través de la creación de importantes infraestructuras urbanas y otras relacionadas con la agricultura y la distribución de agua, que venían a mejorar las existentes en tiempos inmediatamente anteriores.
Dos ejemplos importantísimos los encontramos hoy en nuestras acequias Alquibla y Molina, cuyo diseño y puesta en marcha encajaría en la política desarrollada por los omeyas de al-Ándalus, si bien no hay evidencia histórica directa de ello.
No se sabe la fecha de su construcción, pero sí es citada como existente en el siglo XVI, durante el cual se hacen obras de arreglo y mantenimiento hasta en seis ocasiones.
Molina tiene una longitud de 8,71 km y riega 899 hectáreas, yendo a desaguar en Hurchillo.
El autor da a entender que entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX la boquera de la acequia de Molina estaba situada en un lugar distinto al actual.
Por lo general, esas tierras siguieron siendo trabajadas, en gran medida, por la población autóctona (mudéjares) que allí vivía, y no había escapado, cuando llegaron los cristianos, aunque lo dueños pasaron a ser castellanos, aragoneses y otros peninsulares venidos, en principio, a repoblar.
-Beniaçan (Beniahacen, Beniazin, Beniazan): se encontraba en el límite con Murcia (LRO, años 1268-1272; año 1324).
Por lo tanto, Molina formaría, al menos en parte, Las Norias de hoy, junto con Moquita y Benyaçan.
Es un topónimo estudiado minuciosamente como Beniaçam por el prestigioso filólogo Robert Pocklington.
Este último descansa, tras un viaje de ida y vuelta Murcia-Valencia, junto al río Segura, en la mencionada alquería: ‘Cuando llegó el crepúsculo hicieron un alto en la alquería Banu Isam, donde descansaron hasta media noche en una orilla de un río como la plata’.
En su obra, al-Udri está describiendo lugares de Murcia y Orihuela por lo que podríamos preguntarnos si Las Norias existían ya en el siglo XI.
Los autores indican, siguiendo también a Pocklington, que El Raal derivaría de Raffal Abeynaçam, alquería de Ibn Isam; después se transformaría, sucesivamente, en Rahl, Rafal, Rahal y Raal.
En nuestro beneficio hemos de indicar que Benyaçan y Rafal son dos alquerías distintas para Ferrer i Mallol, tal y como recoge también Ángeles Navarro, y que Benyaçan se sitúa a la derecha del curso del Segura, no a la izquierda, donde se encuentran tanto el Raal viejo (El Secano y Rincón de los Cobos) como el nuevo (El Raal).
¿No será este nombre una modificación de Beniaçam producida a lo largo del tiempo como sucede con casi todos los topónimos?
Moquita: el nombre que perdura en una noria de origen medieval No hay referencias posteriores a los nombres de Molina y Benyaçan, siendo únicamente Moquita el que ha llegado hasta nuestros días para nombrar la noria que hoy se sitúa en la margen derecha del cauce del río Segura.
Así, por ejemplo, en 1597, se enjuicia a un tal Melchor García por abrir un portillo en el río que provoca una gran inundación, no solo en sus tierras, sino también en toda la partida de Moquita, lugar localizado a la derecha del río Segura, al entrar éste en la huerta de Orihuela, de acuerdo con Ojeda Nieto.
Porque Pando o noria de los Cobos no aparece por ningún lado (al menos en apariencia).
Sin embargo, su ubicuidad parece restar importancia específica a estos artefactos, de ahí que sea muy complicado rastrearlos históricamente.
Por ejemplo, si se hubiese respetado hasta nuestros días el tratado de Tudillén (siglo XII) hablaríamos también valenciano o catalán hasta el límite con Almería; con el de Almizra (siglo XIII) seríamos castellanos hasta más allá del municipio de Alicante.
Sin embargo, las versiones del acuerdo son distintas si se comparan las opiniones castellanas y las catalano-aragonesas, aunque, en el fondo, como dice Cabezuelo Pliego, haya un consenso casi general de que ‘la modificación territorial producida tras la paz de Torrellas generó una desubicación mental sobre unos dominios que aunque políticamente quedaban adscritos a la Corona de Aragón, culturalmente se entendían como castellanos.
Los valles fluviales de los ríos Segura y Vinalopó, así como los caminos que comunicaban Castilla con Aragón, fueron propicios para numerosas incursiones.
El conflicto se desarrolló entre 1356 y 1369, teniendo varios intervalos de paz, acabando con mucho desastre y en tablas, aunque el final solo pudo contarlo el rey de Aragón, puesto que Pedro I fue asesinado por su sucesor en Castilla, Enrique II de Trastámara, dinastía que al principio confabulaba con Pedro IV y acabaría implantándose también en Aragón.
La paz cinco años más tarde suavizó las cosas, aunque no hasta el punto de eliminar totalmente las incursiones fronterizas, que siguieron produciéndose hasta bien entrado el siglo XV.
Sabemos, además, que se han reconstruido en varias ocasiones, la última en 1989, al quedar destrozadas por las riadas de 1986 a 1989.
En 1817 se retoma el proyecto; sin embargo, la negativa de los agricultores a pagar las derramas impuestas y las nuevas avenidas del río dan al traste con la idea de restaurar el azud.
Este lugar es considerando más idóneo y resistente a los peligros casi continuos de las crecidas del río.
Don Juan Eugenio Fas –que quedó como único responsable de la obra- muere al poco tiempo.
Todavía no se sabe, pues aunque el juez de aguas D. Carlos Roca y Barrera se personó al día siguiente en la presa y requirió a los vecinos, e hizo muchas averiguaciones, nadie vio ni oyó nada, ni se enteró de nada, aunque a corta distancia del celoso juez se hallaba escondido entre unas cañas, con la carabina al brazo, uno de los caudillos de la destrucción’.