Tuvo una formación flamenca.
Estableció pronto una reputación como retratista, de colores brillantes.
Ocasionalmente produjo pinturas históricas, religiosas, paisajes y bodegones; su maestría técnica le permitía jugar con los objetos, los colores y la luz.
Sus retratos están cargados de una vitalidad y sensibilidad que hacen de él uno de los pintores más grandes del reinado de Luis XV y la Regencia.
Olvidado a la sombra de su amigo y rival Hyacinthe Rigaud, quien era el pintor de moda que atraía a la alta aristocracia, Largillière merece ser recordado como uno de los grandes pintores del arte francés.