Esta tradición ancestral, que se remonta por lo menos a 200 años, consiste en la captura de un espécimen vivo de cocodrilo o caimán (llamado por los habitantes "lagarto") el día de Viernes Santo, para llevarlo a la plaza del pueblo y luego liberarlo al día siguiente.
Posteriormente, cuando ha caído en la red, se le empuja hasta la orilla, donde el reptil es atado y llevado en hombros hasta la plaza del pueblo, donde se le desata y coloca en una pileta con agua para ser exhibido.
Antiguamente, el Domingo de Resurrección, el lagarto era sacrificado para utilizar su carne, su piel y sobre todo su grasa, que se considera con propiedades curativas, pero en la actualidad, es liberado al día siguiente y devuelto al río.
Entre los chorotegas, pueblo de cultura mesoamericana, el cocodrilo era un animal sagrado y mágico.
Según la investigadora Patricia Sedó, el origen de la tradición recae en un lugareño que se fue de cacería un Viernes Santo y capturó un cocodrilo, al cual sacrificó y extrajo su grasa, a la cual se le atribuyen propiedades curativas.