Es indudablemente su película más famosa y un trabajo transgresor en la historia del cine francés.
Su segundo largometraje, Mes petites amoureuses (1974), que había intentado hacer anteriormente, pudo comenzar su producción gracias al éxito de La mamá y la puta.
Lo único que le interesa son las mujeres y, además, vive a su costa.
Poco a poco va formando con Marie y Veronika, a pesar de la inicial resistencia de ambas, un atípico 'menage à trois', que, para él, es absolutamente satisfactorio porque representa un equilibrio entre lo sexual, lo maternal y lo material.
De esta forma, se establece un extraño triángulo amoroso entre ellos que a Alexandre nunca le supone problema.