La duquesa de Alba de negro

Luce un traje negro de maja e indica imperiosamente una inscripción sobre la arena a sus pies.Goya, extrañamente, no llegará a entregar este cuadro y lo llevará siempre consigo.La dama, entonces con treinta y cinco años, parece casi arquear la espalda para adelgazar la figura.Y ella lo apunta con el índice, lo señala, el nombre, ordena leerlo, mientras el rostro, como el de los dioses antiguos, es austeramente inexpresivo.Si no fueron amantes – se ve la decepción mal disimulada del rechazo en la carta a Zapater en la cual pide al amigo «ayudarlo a pintar a la de Alba» - fue ciertamente su musa, que alimentará pasiones muy fértiles: el verano en Sanlúcar y su absorta felicidad habrían generado tinieblas, en su vida y en la historia de España y de Europa.[4]​.
Francisco Goya , La duquesa de Alba de blanco , 1795, óleo sobre lienzo, 194 x 130, Madrid , Colección duque de Alba, Palacio de Liria .