La joven lee complacida una carta en su mano derecha, quizás un mensaje de un pretendiente o un amante entregado en secreto por la criada.
Posa con indiferencia mientras su pequeño perrito salta a sus pies, buscando atraer su atención.
Sin embargo, la atmósfera bucólica y despreocupada de estas obras rococó ha dado paso a una realidad más descarnada y a la crítica de la desigualdad social.
No obstante, los expertos también señalan el parecido con Leocadia Weiss, con quien Goya mantuvo una relación desde 1812 hasta su muerte.
La última obra probablemente se creó unos años antes y originalmente también era un poco más pequeña.