La Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana

Hubo otro esbozo anterior, hoy perdido, que se exhibía en la iglesia de la Santissima Annunziata en 1501.

Finalmente, Leonardo realizó esta pintura en los últimos años de su vida, cuando estaba preocupado por las matemáticas y otros asuntos.

Quizá por estar pintada en la época en la que Leonardo se dedicaba a La Gioconda existe un gran parecido entre el rostro de Mona Lisa y santa Ana.

En 1629 lo adquirió el cardenal Richelieu en Casale Monferrato y posteriormente se lo dio al rey Luis XIII de Francia (1636).

Si bien el proceso fue supervisado por expertos extranjeros, los resultados han provocado discrepancias y dimisiones.

[2]​ Los rostros son dulces y amorosos, apreciándose gran parecido entre madre e hija.

[2]​ La escena se desarrolla en un paisaje atemporal,[2]​ rocoso, como ocurre en La Virgen de las Rocas, que delata el interés del autor por la geología.

Las pinceladas son ligeras, en el típico sfumato leonardesco, mediante una técnica de veladuras sucesivas que crean un efecto evanescente.

Algunos eruditos freudianos, sin embargo, han realizado intentos de rehabilitar la teoría incorporando el milano.

Otra teoría propuesta por Freud intenta explicar el cariño de Leonardo al representar a la Virgen María con santa Ana.

su escritura invertida–, es decir, de un sujeto a quien cuya formidable obra y esfuerzo sublimatorio no dejó de significar para él la criatura que al fin y al cabo es aquello que lo domina por completo.

El psicoanalista Eric Laurent, asimismo, subrayó la justeza de la lectura de Lacan, e inclusive aportó como otra modalidad parecida, la fascinación que ejerció sobre el escritor Jean Genet su propia creación del «palestino».

Recreación visual del buitre .