Se trata de una cresta rocosa compuesta por roca caliza que ha sido erosionada por un pequeño cauce, así como por el viento y lluvia, dando lugar a su curiosa forma, en la que se distinguen los hombros, la cabeza y lo que sería la montera, justo por encima de la cabeza.
Para mayor curiosidad, la cabeza está ahuecada de oreja a oreja, formando una pequeña cueva que además tiene un orificio al exterior, a modo de un único ojo, en lo que sería la cara del torero.
También el techo de la cueva tiene una rugosidad especial, similar al mocárabe árabe, que evocan el interior de un cráneo e incluso las circunvoluciones del cerebro del torero.
Estas oquedades se sitúan muy próximas entre sí dejando finos tabiques intermedios.
Las características petrológicas de la roca condicionan la meteorización y erosión diferenciales que dan lugar a la oquedad.