Las primeras lámparas cuya función es indiscutible proceden de Laugerie-Haute y se han datado del Gravetiense.
[6] En la cueva des Trois-Frères se utilizó un pecten (concha) como soporte de la luz.
[14] François Rouzaud piensa que el bajo alcance de estas luces restringiría la exploración y la ocupación prehistórica de las cuevas a las galerías que se abren al mismo nivel que las galerías principales, incluidas aquellas de difícil circulación; porque nunca se habrían visitado las galerías que se abren a más de cuatro o cinco metros sobre el piso principal, aun cuando su acceso fuera fácil.
[18] El uso de estas lámparas está documentado hasta hace poco y aún hoy entre los esquimales, para quienes esta vigilancia es tarea de las mujeres que utilizan una vara llamada «atizador»;[16] lo mismo se aplica a los nganasan.
[20] Las plaquetas-lámparas que se han encontrado hasta ahora casi siempre lo han sido en las partes oscuras de las cuevas, raramente en las partes iluminadas (excepto en la cueva de las Hadas (Prignac-et-Marcamps) y en Pair-non-Pair su vecina), todavía más raramente en un abrigo rocoso (excepto en Roc de Marcamps en Prignac-et-Marcamps) y nunca al aire libre.
Los pocos yacimientos en que han aparecido más de 10 lámparas tampoco son necesariamente cuevas oscuras.
Sin embargo, ya en la antigüedad, era una práctica común en Mesopotamia el encendido con aceite mineral (nafta).
[32] Primero trenzadas en caña, lino, cáñamo o lana, luego, a partir del siglo XVII, en algodón; se hicieron planas para asegurar una combustión más regular.
La lámpara de aceite siempre ha experimentado dos dificultades: los aceites, siempre demasiado viscosos, luchan por subir en la mecha por capilaridad; y la mecha tiende a carbonizarse y extinguirse.