El taller del pintor

Este monumental cuadro es el más emblemático, considerado una alegoría real de su entorno político, artístico y cultural.El taller se percibe como una obra propia y característica de Courbet.El año 1855 y más particularmente este cuadro señalan su balance personal.Allí me quedo solo durante una hora y descubro una obra maestra en su cuadro rechazado; no podía apartarme de esta vista.Henner, le dijo entonces: «He aquí un fondo que Velázquez no habría pintado mejor.«El mundo viene a que lo retrate en mi estudio», dijo Courbet.En la pintura se mezclan personajes reales con otros anónimos que representan diferentes clases sociales, y también hay figuras alegóricas.La intención de Courbet era hacer desfilar por su lienzo a toda la sociedad humana contemporánea.A la derecha del pintor hay una mujer desnuda, su modelo, que observa al pintor trabajando; está de perfil y está peinada con un moño chignon; con las dos manos agarra un gran paño que arrastra sobre el suelo; sus ropas están descuidadamente lanzadas sobre un taburete.La modelo desnuda y el niño serían los espectadores ideales, pues representan la percepción genuina, sensorial de la verdad.[2]​ Entre las personas representadas al lado izquierdo, «gentes que viven de la muerte», aquellos a quienes el mundo del arte les resulta indiferente,[2]​ se encuentran: un cazador, que está en el centro y se parece extrañamente a Napoleón III.Delante, un rabino representa la religión hebraica y un segundo judío, el comercio.Este último ofrece una estola a un burgués, llevando un sombrero de copa, sentado.[2]​ Los «simpatizantes» de Courbet, los que ven con simpatía el mundo del arte,[2]​ se encuentran a la derecha.A su lado una pareja burguesa visitando el taller, son pues aficionados mundanos.Algunos reconocen en ellos a la pareja Sabatier, coleccionistas de Montpellier y furieristas militantes.En medio del grupo una pareja se abraza representando el amor libre.Champfleury, el amigo del pintor, se encuentra sobre un taburete y representa la prosa, su dominio artístico.En el fondo, Proudhon con sus finas gafas por la filosofía social, Promayet por la música, Max Buchon por la poesía realista, Urbain Cuenot, un amigo íntimo de Courbet, y, en fin, Alfred Bruyas (el mecenas de Montpellier).
Detalle del centro: Courbet pintando un paisaje del Franco Condado, con la modelo desnuda a la derecha y el pastorcillo a la izquierda