Su oportunidad llegó en 1899, debutando en los Jardines del Retiro, con algunas arias de óperas famosas.
En 1901 volvió a Zaragoza, cantando en el Teatro Principal en mayo, junto con Fidela Gardeta y el barítono Marino Aineto.
En 1902 ya cantaba en Buenos Aires, en el Teatro de la Ópera, donde actuó en Aída.
Tras convertirse entre 1903 a 1907 en el tenor que más cobraba del Teatro Real, su éxito se extendió por Europa.
En Italia debutó en Bolonia con El Trovador, que llegó a repetir ocho veces consecutivas en La Scala de Milán, bajo Toscanini, que lo consideraba el único capaz de interpretarla debidamente.