El rabino Akiva ben Iosef del siglo I a. C. enseñaba que Dios, al comunicar la Torá en lenguaje humano, trasfunde en el texto algo de su trascendencia, logrando que el midrásh adquiera una importancia fundamental para conocer a Dios y sus mandamientos.
El mayor monumento de las letras ladinas es sin duda la Biblia de Ferrara, que se publicó por vez primera en 1552 en Ferrara y tuvo mucha influencia en la traducción Reina Valera.
Aun siendo el judeo español calco una variedad estilística del judeoespañol, difiere notablemente de este en la sintaxis y el léxico.
No obstante, algunas palabras del ladino han pasado al judeoespañol hablado, como por ejemplo: Meldar (leer).
El investigador Jacob Hassan[4] lo ilustra con el siguiente ejemplo: "Haesh Hagdolá Hazot" (Este fuego grande) pero su traducción en judeoespañol calco es "La fuego la grande la esta" se respeta la sintaxis hebrea y se mantiene el género femenino.