A los 16 años, se hizo responsable del hogar pues quedó huérfana de madre.
[1] En 1798 se fue a Suiza donde vivió con las Hermanas del Retiro Cristiano, organización fundada en Friburgo, Alemania por el Abad Antoine-Sylvestre Receveur que también estaba ahí exiliado, al cual acompañó en el cuidado de enfermos y recuperación de las jóvenes.
En 1802, se hicieron cargo del refugio para mujeres huérfanas, desamparadas, criminales y enfermas mentales de Belleveaux.
Sus hermanas en vez de regocijarse y aprovechar la nueva estabilidad que confería a la congregación la aprobación pontificia, las religiosas se dividieron.
La concesión del Papa a la congregación, será el comienzo de un verdadero calvario para Juana.
Juana decidió retirarse, se fue a Nápoles 1823 y puso en las manos de la providencia que la condujo a Nápoles donde pudo dirigir un gran hospital con algunas hermanas que permanecieron fieles.