Juan Roa Sierra

Fue linchado brutalmente por la muchedumbre y su cadáver desnudo fue arrastrado por la calle después del asesinato, lo que dio inicio al episodio local conocido como el Bogotazo, y llamado a escala nacional como el 9 de abril.

Su prematura muerte dejó muchas dudas con respecto a los verdaderos responsables del crimen.

Ella estaba preparando su ropa de luto por la muerte del caudillo liberal en su casa, cuando se enteró por la radio de que el asesino era su hijo, según expresara el escritor Gabriel García Márquez en su autobiografía "Vivir para contarla".

Gabriel solía trabajar para la fábrica La Leona (La Popular), aunque posteriormente fue internado en la clínica de Sibaté debido a desórdenes mentales.

No estaba casado, pero sí había sostenido relaciones durante tres años, desde octubre de 1944, con una mujer separada, María de Jesús Forero, a quien conocía desde que eran niños cuando ambos vivían en el barrio Ricaurte.

Su unión marital terminó en junio de 1947 ya que Juan estaba en una mala situación económica y María no quería tener más hijos.

En vida, Juan siempre le recordaba que iba a encontrar un trabajo para suplir las necesidades de ella y su hija.

[1]​ Umland Gerd había llegado a Colombia doce años antes, estaba casado con una mujer colombiana y enseñaba quiromancia desde 1939.

Dijo, además, que no le había notado a Juan signos de desequilibrio según el estudio de sus manos (método que él aplicaba al margen del rosacrucismo, por creencias personales), pero sí cómo se abstraía o se ausentaba mentalmente.

El quiromántico parece haber ejercido bastante influencia sobre Juan Roa desde la primera visita.

Parece razonable creer que a partir de esas visitas al taumaturgo Juan haya empezado a creer que debía ser alguien más importante y ocupar un puesto de mayor prominencia.

Ella sabía que frecuentaba al quiromántico porque en varias ocasiones llegaba con las manos marcadas con lápiz rojo y azul.

Eduardo lo había visto con varias publicaciones rosacrucistas, y en particular con un libro grande titulado algo así como 'Dioses atómicos'.

[2]​ Ocho meses antes del asesinato su madre lo notó algo más extraño y pensativo, y evitaba tomar el tema del rosacrucismo para que no se volviera todavía más callado.

En otra oportunidad ella lo vio abrir una carta y al leerla dijo todo entusiasmado “Me llegó el grado, voy a ser pastor”.

Juan mandó fabricar un anillo en un metal blanco con una herradura y una calavera, pues esperaba que le llegara la suerte para conseguir un trabajo.

Las investigaciones, incluyendo la de Scotland Yard, no parecen haber tenido en cuenta o al menos identificado a estos dos individuos.

Ésta pudo haber sido una trampa para identificar qué tan fuertes eran las creencias de Juan y cómo podría reaccionar al temor.

Una posible teoría explicativa del asesinato es la que sugiere que sus creencias rosacrucistas, sus fijaciones supersticiosas y su ingenuidad fueron explotadas por terceros para hacerle creer que tenía un destino o misión muy alta y providencial, al punto de llevarlo a cometer el crimen o por lo menos a cooperar con él, ya sea con objeto de obtener provecho económico y/o lograr un provecho espiritual no muy claro.

Por otro lado, una vez cometido el crimen, cuando Juan Roa fue llevado por los agentes de policía a la Droguería Granada para resguardarlo de la multitud, el dueño de la botica le preguntó por qué había matado a Gaitán, a lo que él respondió: -"Ay, Señor, cosas poderosas que no puedo decir.

Entre las cosas encontradas en su ropa después de ser linchado, había un papel con una figura imitando al sol, con dos palabras que parecen decir “Morcillo” y “Morcillete”.

Este peligro no sería real en los Llanos Orientales, solo si se hubiesen propuesto viajar mucho más lejos, hasta la Selva Amazónica.

Juan ya se había inscrito y estaba tomando las clases de conducción cuando los dos supuestos extranjeros le ofrecieron la aventura del viaje y se lamentaba que le hubieran salido las dos cosas al mismo tiempo, pues quizá tendría que descuidar las clases de conducción.

Según la secretaria de Jorge Eliécer Gaitán, Cecilia de González, Juan Roa fue varias veces a la oficina del líder político en los últimos dos meses antes del asesinato, pero ella no le daba prioridad ni oportunidad para verlo.

En dos ocasiones llegó a la oficina con un acompañante aceptablemente bien vestido, de semblante raro, quien requirió la entrevista por él.

No se conoce que hubiese utilizado un arma de fuego en su vida.

[6]​ Varios testigos dijeron que se habían escuchado otros disparos adicionales no dirigidos a Gaitán.

El segundo, Juan Roa Sierra, tenía sombrero y no era pecoso.

El Señor Forero lo apremió a que tomara en cambio fotos al asesino que se encontraba enfrente, el fotógrafo apuntó su cámara hacia ese lado pero no se sabe si logró tomar la foto o no, ya que por esos momentos fue cuando el embolador intentó pegar al capturado.

Juan Roa Sierra fue linchado por la multitud, arrastrado y abandonado frente al Palacio Presidencial.