En 1625 consigue el puesto a perpetuidad, el mismo año en que se ordena sacerdote.
Al igual que había ocurrido con Aguilera, Ximénez pudo elegir sucesor, siendo el afortunado su sobrino Andrés de Sola.
Premios fueron no sólo el poder elegir a su sucesor, sino los periódicos aumentos de sueldo recibidos.
Felipe Pedrell dijo de sus composiciones que eran notables, sin saber quien las había compuesto.
Incluso la partida de defunción da muestra del aprecio en que se le tenía: «insigne organista y ejemplar sacerdote».