José Torres Padilla

[8]​ Cuando era niño la madre le preguntó José Torres qué oficio quería tener.

[9]​ José Torres recibió enseñanza escolar en el convento franciscano de los Santos Reyes en la villa, que fue desamortizado en 1836.

[8]​[10]​ Con cinco o seis años se cayó a un pozo que había en la escuela.

La madre enfermó de la impresión y murió a las pocas horas.

Por Real Decreto se concedió aprobar los cursos privados presentando un certificado del profesor o licenciado que los hubiese impartido.

El 27 de mayo embarcó con destino a Sevilla, donde había finalizado la epidemia.

[16]​ Cuando llegó a Sevilla se alojó en el Convento de los Terceros Franciscanos.

Una era para el sacerdote y catedrático sevillano Manuel María del Mármol.

Tras esto, pidió las dimisorias al obispo de Tenerife para poder ser sacerdote.

[18]​ Posteriormente, el cardenal Cienfuegos, que estaba siendo represaliado políticamente, no pudo ordenar a Torres.

[21]​ Gracias al legado patrimonial que le dejó Bencomo, Torres pudo continuar sus estudios en la Universidad de Sevilla hasta 1841.

Obtuvo un sobresaliente por su disertación de una hora sobre la infalibilidad del romano pontífice.

[29]​ En los últimos meses de 1868 el nuncio Lorenzo Barili nombró a Torres teólogo consultor para la Comisión de Disciplina Eclesiástica del Concilio Vaticano I.

Consta que tenía licencia para confesar fuera de la diócesis sevillana en las diócesis de Badajoz, Burgos, Cádiz, Málaga, Granada, Canarias, Plasencia, Jaén, Barcelona, Córdoba, Teruel, Ciudad Real, Ávila y Santander.

[32]​ En Sevilla se le llamaba popularmente el «Santero»[33]​ porque tenía fama de santidad y hacía santas a las personas que dirigía.

[36]​ También se destacó como predicador y jamás aceptaba dinero por sus sermones, porque pensaba que el interés corrompería la gracia de Dios y evitaría que sus palabras llegasen al público.

[37]​ Realizaba numerosas obras de caridad, hasta el punto en que tenía problemas para pagar sus gastos propios.

También fue nombrado examinador sinodal en distintas ocasiones por los obispos de Sevilla, Zaragoza, Teruel, Santander, Ciudad Real y Jaén.

Antonia Maldonado recurrió al sacerdote José Torres Padilla, que decidió conocerla.

También le ayudó a realizar obras de misericordia con pobres y enfermos.

[41]​ Sin embargo, la comunidad del convento decidió no admitirla por considerarla muy débil.

Sin embargo, Ángela enfermó padeció una enfermedad persistente del estómago y tuvo que abandonar la congregación.

[43]​ Por entonces Torres se encontraba en Roma en el Concilio Vaticano I. Ángela regresó la casa familiar, donde recobró la salud, y prosiguió con su labor en el taller de calzado, con su devoción y con sus obras de caridad.

[55]​ Torres recibió solicitudes para que hubiera nuevas fundaciones en Utrera, Huelva y Ayamonte.

El sacerdote respondió que no era posible, por falta de vocaciones.

Torres escribió a Álvarez para agradecerle sus servicios y empezó una relación epistolar entre ambos.

[58]​ Torres escribió a Álvarez que se encontrase con él en Sevilla.

Torres le expuso al otro sacerdote todos los detalles y este aceptó ser su sucesor a cargo de la congregación.

El 24 de abril el cuerpo fue trasladado a la Capilla de San Sebastián, del cabildo catedralicio, donde también fue expuesto para quien quisiera pasar a venerarlo.

El notario Antonio Abril Garrido dejó testimonio del hecho en una nota adherida al ataúd.