José María Urien

Incorporado al Ejército del Norte, participó en las batallas de Cotagaita y Suipacha.

Cuando el juicio se cerró sin condena ni absolución, a mediados de 1812, solicitó y obtuvo su baja del Ejército.

Fue dado de baja en 1822 por la reforma militar del ministro Bernardino Rivadavia, su tío segundo.

Urien aportó mucha información, pero nada que el fiscal del juicio no supiera ya.

Tras la fuga de Tagle, el único implicado con responsabilidad grave era el coronel Urien, que fue condenado a muerte junto con un oficial (al que se cita como capitán y también como coronel) llamado Benito Peralta.

Vestía una levita de seda, y caminaba sin ayuda, con gran firmeza; cada tanto aparecía una sonrisa en su rostro, mientras conversaba con los sacerdotes.

Se hubiera ganado la simpatía general, de no haber sido por sus crímenes tan terribles.

Como estaban las cosas, a la piedad se mezclaba el disgusto de que semejante hombre pudiera ser tan culpable.

El otro pobre hombre, Peralta, cubierto por un largo saco, absorto, sostenido por sus amigos y los sacerdotes, era la personificación de la miseria.

Su compañero, durante su tardanza, se había sentado, y, llegado el momento decisivo, pareció más compuesto que Urien.

Los soldados abrieron fuego: Peralta cayó muerto, pero Urien seguía en su lugar, en apariencia sólo superficialmente herido.

El redoble de los tambores cesó, y a continuación se desarrolló una escena espantosa.

El pobre infeliz cayó al suelo, pero no muerto aún; intentó erguirse, apoyándose sobre uno de sus codos.