Hizo frecuentes viajes a Salisbury y Londres para completar su nutridísima biblioteca y sostuvo una caudalosa correspondencia, que ha sobrevivido; parte de ella ha sido editada por el cervantista Daniel Eisenberg.
Sobre todo se intercambió con dos amigos suyos, el medievalista Thomas Percy y John Dillon.
Sin embargo, Bowle, por buen lingüista que fuera, no podía escribir correctamente el castellano, ni buscó quien se lo corrigiera, por lo que hay abundantes faltas de ortografía, apócopes ("Primero tomo", etc.) y uso de arcaísmos sin saberlo (Ingalaterra).
Sufrió los ataques del viajero e hispanista Giuseppe Baretti, quien dedicó todo un libro a ponerle en ridículo (Tolondron.
Speeches to John Bowle about his Edition of "Don Quixote").