Juan VI de Portugal

Fue uno de los últimos representantes del absolutismo, Juan VI vivió un periodo tumultuoso y su reinado no conoció una paz duradera.Tuvo que lidiar con la constante injerencia en los asuntos del reino de naciones más poderosas, sobre todo España, Francia e Inglaterra.Tenía diez años cuando su abuelo murió y su madre subió al trono como María I de Portugal.Por razones políticas, al temer una nueva Unión ibérica, parte de la corte portuguesa no veía el matrimonio con una princesa española con buenos ojos.La crisis sucesoria se agravó cuando, al año siguiente, Juan enfermó gravemente y temió por su vida.Todo se complicaba entre temores, sospechas e intrigas en el más alto poder del Estado.[7]​ Al mismo tiempo, se empezaban a sentir los rumores de la Revolución francesa, que causaron perplejidad en las casas reinantes europeas.La situación se tornó crítica para Portugal, que quería mantenerse al margen de los conflictos.[17]​[18]​[19]​ Según el relato de José Acúrsio das Neves, la salida causó una profunda conmoción en el príncipe regente: Para explicarse ante el pueblo, Juan mandó fijar carteles por las calles en los afirmaba que su salida había sido inevitable, a pesar de todos los esfuerzos realizados para asegurar la integridad y la paz del reino, recomendó calma a todos y ordenó que no se resistieran a los invasores para que no se derramara sangre en vano.El día 8, finalmente, toda la corte desembarcó y se encontró con una ciudad engalanada para recibirlos.Para atender a los otros nobles e instalar nuevos departamentos gubernamentales, numerosas residencias menores fueron expropiadas deprisa.Dijo el pintor Henry L'Evêque que «el príncipe, acompañado de un secretario de Estado, un criado y algunos oficiales, recibe todas las peticiones que se le presentan; escucha con atención todas las quejas; consuela a algunos; anima a otros...El cónsul británico James Henderson observó que pocas cortes europeas eran tan grandes como la portuguesa.Considerado Brasil un país demasiado distante, atrasado y poco seguro, encontrar buenas candidatas no fue tarea fácil.Desde la llegada al trono de Juan VI, los portugueses empezaron a presionar para que volvieran.En 1817 estalló en Recife la Revolución Pernambucana, movimiento republicano que instaló un gobierno provisional en Pernambuco y se extendió por otros estados, aunque fue duramente reprimido.De todas maneras, la correspondencia posterior entre los dos registra la preocupación del príncipe porque eso molestara al padre.El clima político era indeciso y por eso los más firmes defensores del liberalismo tuvieron reparos en comprometerse demasiado.Juan VI, además, reprimió manifestaciones en su contra, deportó a algunos liberales, arrestó a otros, ordenó la recomposición de las magistraturas e instituciones más de acuerdo con la nueva organización y creó una comisión para elaborar estudios para una nueva carta.Vencida la rebelión, el pueblo salió a la calle para celebrar la permanencia del gobierno legítimo.Mandó, asimismo, continuar las investigaciones para averiguar la muerte del marqués de Loulé, su antiguo amigo, pero nunca se encontró nada.[62]​[63]​ En su juventud fue una persona retraída, fuertemente influida por el clero, que vivía rodeado de curas y acudía diariamente a misas.Apreciaba mucho la música sacra y era un gran lector de obras sobre arte, pero odiaba las actividades físicas.Su compañero habría sido su sirviente favorito, Francisco José Rufino de Sousa Lobato, cuya tarea era masturbar al rey con cierta frecuencia.Aunque esto pudiera ser el fruto de simples habladurías, un cura, llamado Miguel, los habría sorprendido in fraganti y por eso fue deportado a Angola, no sin dejar antes testimonio por escrito.En vez del relativo aislamiento que tuvo en Portugal, pasó a mostrarse más dinámico e interesado en la naturaleza.Practicaba la caza y pasaba muchas horas en lugares apacibles, reposando en barracas o debajo de algún árbol.[85]​ Pero según John Luccock, un observador del periodo juanino, «el príncipe regente ha sido en diversas ocasiones acusado de apatía.Estudiosos como Oliveira Lima, Maria Odila da Silva Dias, Roderick Barman y el mismo Laurentino creen que si no se hubiesen desplazado a América e instalado un gobierno fuerte y centralizado, el gran territorio de Brasil, con importantes diferencias regionales, se hubiera fragmentado en diversas naciones distintas como ocurrió con la vasta colonia española.Esta opinión ya había sido pronunciada por el almirante británico Sidney Smith, comandante de la escuadra que escoltó los barcos portugueses en fuga hacia Brasil.
Don Juan infante , pintura anónima en el Museu da Inconfidência.
Carlota Joaquina en 1785, pintura de Mariano Salvador Maella .
Armas de la Casa de Braganza.
El príncipe regente pasando revista a las tropas en Azambuja , por el artista Domingos Sequeira (1803).
Embarque hacia Brasil en el puerto de Belém . Grabado de Francisco Bartolozzi a partir del óleo de Nicolas Delariva.
Decreto de apertura de puertos, Biblioteca Nacional de Brasil .
Alegoría de la llegada de Juan a Brasil.
El Largo do Carmo en el sector antiguo de Río de Janeiro , poco después de la llegada de Juan VI y la corte de Portugal. A la izquierda, el Palacio Imperial .
Registro de la ceremonia del besamanos en la corte carioca de Juan de Braganza , una costumbre típica de la monarquía portuguesa
Juan VI con la ropa de su aclamación, pintura de Jean-Baptiste Debret .
Llegada de Juan VI a Lisboa.
Miguel I al frente de la Vilafrancada .
El rey en un grabado de 1825 de Manuel Antônio de Castro.
Manuel Dias de Oliveira: Retrato de Juan y Carlota , una imagen oficial que disimula la perenne discordia entre la pareja.
Alegoría de las virtudes de Juan VI , pintura de Domingos Sequeira .
Juan VI retratado por varios artistas, mostrando la diversidad de sus representaciones.