Jeitinho es una expresión brasileña que señala un modo informal de reaccionar ampliamente aceptado y difundido, que se vale de improvisación, flexibilidad, creatividad, intuición, etc., frente a situaciones inesperadas, difíciles y/o complejas, no basado en reglas, ni en procedimientos o técnicas estipuladas previamente.
Por ejemplo, para acomodar a una persona inesperada en un agasajo, dá-se um jeitinho, o en una reunión cualquiera en la que coinciden dos personas muy enemistadas, dá-se um jeitinho para que esa animosidad no incida negativamente de alguna manera en el desarrollo de la reunión.
[1] El jeito o jeitinho puede referirse así a soluciones creativas que no se ajustan a normas, y/o que tienen cierto éxito creando artificios o proponiendo medidas ad hoc, de validez ética en muchos casos dudosa.
En algunos aspectos el jeitinho es similar al malandragem, pero en lo estricto se los considera diferentes pues ambos tienen sus propios fundamentos y antecedentes.
También João Grilo, personaje de Ariano Suassuna en O Auto da Compadecida, presenta la psicología típica del jeitinho.
En su libro, este escritor también demuestra que el jeitinho no es un "privilégio" exclusivamente brasilero, pues se encuentran equivalentes al menos parciales en otras culturas.
Sérgio Buarque avisa, de todas maneras, que esa "cordialidad" no debía ser entendida como siempre teniendo un carácter pacífico.
Solamente damos un jeitinho quienes de esa forma sabemos pedir, con humildad, con simpatía, con urgencia a veces cuando existe imprevisibilidad.
Y cuando nos enfrentamos a un sujeto superior o arrogante, no damos un jeitinho, sino que invocamos la ley.
Por tanto, así se revela un criterio ético y una axiología sobre un modo de ser del mundo.
[8] En su obra O Que Faz o Brasil, Brasil?,[13] el antropólogo Roberto Augusto DaMatta compara la postura de los estadounidenses y de los brasileros en relación con las leyes, y explica que la actitud formalista y respetuosa de los norteamericanos causa admiración y espanto en los brasileros, acostumbrados a violar las normativas institucionales; sin embargo, afirma que es ingenuo afirmar que esa actitud brasileña solo se debe a la ausencia de educación adecuada (seguramente hay algo más detrás).
Así, en cierto grado incapacitado y presionado por las propias leyes y reglamentos, descaracterizado por una realidad opresora, el brasileño debe reaccionar utilizando recursos que venzan la dureza de las acciones impuestas, si quisiera obtener lo que muchas veces será necesario para su mera sobrevivencia, o sea, para no dejarse sobrepasar por los hechos y circunstancias más allá de la cuenta.
Y frente a una autoridad, utilizará términos emocionales, e intentará descubrir alguna cosa a su favor, por pequeña que sea, un familiar enfermo que le tiene preocupado, un cambio en la normativa de muy reciente data, un conocido común con la autoridad que lo está sometiendo, o la misma ciudad de nacimiento, o el mismo barrio donde pasaron sus respectivas infancias...