Inició su formación musical con maestros particulares a los ocho años, edad en que le obsequiaron su primera guitarra.
En Europa tuvo como referencia e influencia guitarrística a maestros tales como Alberto Ponce, Julian Bream, Abel Carlevaro y Javier Hinojosa.
Este doble camino inaugura una independencia que reivindica la legitimidad de una tradición paralela a la europea.
Asimismo descubrió y trabajó varios manuscritos del siglo XVIII de música cortesana para guitarra.
Acorde con su trayectoria musical, Javier Echecopar defiende el concepto de una pedagogía en la que las fronteras entre lo clásico y lo popular desaparezcan progresivamente.
En su obra Matices, por ejemplo, si bien sugiere la influencia romántica de Tárrega, en diferentes pasajes podemos encontrar armonías impresionistas.
A su regreso al Perú, en 1982, sus investigaciones musicales se convierten en motivos de inspiración que van alimentando sus composiciones.
Desde entonces se advierte la presencia de las fuentes musicales que conviven en el Perú: lo andino, lo criollo y afroperuano, así como el barroco latinoamericano.
De esta etapa son sus obras Impakmi Urpi, Kashua, Chicama, Festejo, Giga y variaciones, Himno sagrado, etc.
Aunque en esta etapa sus obras aparentan estar concebidas dentro del Sistema Tonal, en muchos casos encontramos reminiscencias de escalas musicales antiguas europeas, entrelazadas sutilmente a posibles «modos» y cadencias usadas en el Perú precolombino.