Jaime de Nevares

Su ingreso a la Conferencia Vicentina en el colegio Champagnat, junto con la influencia de su bisabuelo Alejo María de Nevares Tres Palacios, determinó su temprana opción por los pobres, los marginados y los trabajadores.

En 1944 comienza a estudiar latín y se desempeña como maestro de cuarto grado.

En 1945 está ya en el Noviciado y en 1946 se consagra a Dios en una vida pobre, casta y obediente al servicio de los jóvenes pobres.

Entre los años 1946 y 1947 prosigue con mayor intensidad su formación apostólica salesiana.

Ya sacerdote, fue designado en la dirección del colegio salesiano «La Piedad» en Bahía Blanca, y en la dirección del estudiantado filosófico y noviciado de los salesianos en Viedma.

[5]​[6]​ En 1968, tomó parte en la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano que se desarrolló en Medellín, Colombia y que fue clave en la pastoral católica de América Latina.

De Nevares se había negado a bendeciera hasta que no fueran repuestos los obreros en sus puestos de trabajo, se liberaran a los dirigentes gremiales y al Padre Pascual Rodríguez y se quitaran los nombres de “listas negras” para que no fueran empleados en obras.

Tampoco tuvo acceso al Consejo Episcopal Latinoamericano, donde el cardenal Antonio Quarracino tenía influencia.

[10]​ No estuvo en Puebla porque no fue elegido por la mayoría del Episcopado argentino pero de Nevares decidió que esos documentos se trabajaran en la diócesis, incluso el salesiano Ernesto Szanto hizo un libro llamados “Talleres de Puebla”.

[3]​ Se desempeñó como miembro de la CONADEP durante los años 1983 y 1984.

Desde el episcopado se apoyó la medida: «Para la Patria, en este momento, es necesario un espíritu profundo de reconciliación y no hay muchas confesiones públicas que hacer.

No barrarán, porque eso no se borra de la memoria, ni se borra del cuerpo social del país que lo ha sufrido en carne propia”.

En la Homilía pronunciada el 20 de agosto de 1989, dijo que “no hay paz sin justicia y no hay justicia en la impunidad.

Renunció a dicho cargo haciendo severas denuncias contra la convención.

Salvo por un detalle, en sus pies en lugar de los zapatos con las hebillas episcopales, llevaba los borceguíes que usaba habitualmente.

Afuera se escuchaban comentarios, alguien preguntó "¿Por qué tan largo el velorio?

[19]​ Esta escultura se suma a los santuarios, imágenes y las fiestas religiosas que se concentran en la provincia de Neuquén y que movilizan miles de personas.

La oferta en este territorio del “turismo de la fe”, como prefieren llamarlo para no dejar afuera a ninguna religión, se divide entre Junín de los Andes, Las Ovejas, Cutral Co, Centenario y Neuquén capital.

Oratorio frente a la tumba de Don Jaime.