[3] En particular, el mito argumentó que -pese a la alianza nazifascista del Pacto de Acero- los italianos nunca habían participado (y tampoco hubieran sido "capaces de participar") en la cruel persecución nazi contra los judíos ocurrida en los territorios ocupados por Alemania en la Europa del Este, ni habrían cometido abusos o crímenes contra la población civil de tales territorios ocupados.
En los hechos, la zona meridional de Italia era gobernada por el «cobeligerante» Reino del Sur que cooperaba con los Aliados, mientras en el norte la ocupación alemana sostenía un gobierno fascista dependiente por completo del Tercer Reich: la república de Saló.
Numerosos militantes fascistas habían sido sumariamente ejecutados por partisanos en las primeras semanas posteriores al triunfo, pero la amnistía en la práctica evitó juzgar o condenar a fascistas que habían escapado a las primeras "depuraciones" partisanas.
Tal amnistía fue posible gracias a un acuerdo político mutuamente conveniente entre las dos facciones de «expartisanos» más fuertes: demócratas cristianos y comunistas italianos.
Esto impedía sobre todo que en Italia surgiera algo parecido a los Juicios de Núremberg contra el fascismo.