Utilizó los ideales del antiguo arte griego para inspirar formas más naturales de danza.
Hija de un matrimonio infeliz, creció al abrigo del cariño y desarrolló una inclinación temprana hacia el baile.
Isadora Duncan nació en la ciudad californiana de San Francisco, donde habían llegado sus padres como inmigrantes desde Irlanda.
Su padre, Joseph Charles Duncan, era un banquero y empresario minero de Sacramento que abandonó la familia cuando Isadora era aún muy pequeña.
Su madre, Dora Duncan, era profesora de piano y daba lecciones para sustentar a la familia.
[1] En 1884 la madre funda una escuela de danza en Oakland, donde por aquella época estaba viviendo con sus cuatro hijos.
Predominaban en las lecciones musicales Mozart, Schubert y Schumann, que tuvieron una indiscutible influencia en el posterior desarrollo artístico de Isadora.
De acuerdo con sus biógrafos, Isadora era una niña solitaria y retraída que solía jugar en la playa mientras observaba el mar.
Durante su etapa en Londres, Isadora Duncan, siempre inquieta y autodidacta, pasa largas horas en el Museo Británico.
En su primer paso por Europa comentó: Es en esta época cuando comienza a consolidarse el estilo único de Isadora.
Las extravagancias de Isadora —que incluían una despreocupación completa por el dinero, lo tuviera o no— se volvieron más acusadas y lo mismo ocurrió con su desinterés por las convenciones sociales.
El barco que la traía desde Río de Janeiro atracó en Buenos Aires a principios de julio e Isadora se encontró con una primera dificultad: las cortinas y alfombras que acompañaban sus recitales no habían llegado y tuvo que encargar otras nuevas porque la primera presentación estaba programada para pocos días más tarde.
El costo era aproximadamente de 4000 dólares y como no tenía efectivo para afrontar este gasto inesperado, arregló pagar a crédito.
El público porteño estaba acostumbrado al lenguaje del ballet, aun en sus formas renovadoras —Vaslav Nijinsky con los Ballets Rusos se habían presentado en el Teatro Colón tres años antes con un éxito colosal— y encontró pobre y limitada la técnica de Isadora.
Simpatizó con la revolución social y política en la nueva Unión Soviética por lo que en 1922 se trasladó a Moscú.
Se casó ya en la madurez con el poeta ruso Serguéi Esenin, diecisiete años más joven que ella.
Vincent Millay, Mina Loy, Doris Wilde, Jean Cocteau, Peggy Guggenheim, Sylvia Beach, Scott Fitzgerald y Rainer Maria Rilke.
Mary Desti, su mejor amiga y que estuvo con ella en los últimos dos años de su vida jamás comenta acerca de relaciones lésbicas, como tampoco lo hace Irma Duncan su más leal alumna que la acompañó y vivió con ella en Rusia.
Isadora vivió aquellos años finales entre París y la costa del Mediterráneo, dejando deudas considerables en hoteles o pasando cortos períodos en apartamentos alquilados.
Uno de estos amigos fue el escritor Sewell Stokes, quien conoció a Isadora en sus últimos años, cuando ya estaba prácticamente sola y arruinada.
Este accidente dio lugar al comentario mordaz de Gertrude Stein: «La afectación puede ser peligrosa».
Antes de subir al vehículo, Isadora profirió unas palabras pretendidamente recordadas por su amiga Maria Desti y algunos compañeros: «Adieu, mes amis.