Inocencio de Mérida

De él decía que era un hombre de gran santidad y costumbres inocentes por lo que su forma de ser va muy ligada a su nombre porque a nadie hizo mal alguno.Cuando murió su antecesor todos miraron hacia él, que estaba en el Orden de los Diáconos pero como en último lugar.[1]​ En el año 610 llegó a Toledo el rey Gundemaro y allí concurrieron bastantes obispos a recibirle pues estos se encontraban allí, entre ellos estaba Inocencio, para asistir al «Concilio de Toledo» al que solo se había convocado a los obispos de la metrópoli cartaginense.Sin embargo, el rey quiso que tomasen parte de este concilio los demás prelados presentes que eran San Isidoro, Inocencio a los que les siguieron los de Tarragona y Narbona con otros veintidós obispos más.[2]​ Inocencio fue ordenado obispo inmediatamente después de la muerte de su antecesor San Masona, conclusión a la que llega Enrique Flórez después de efectuar numerosos cálculos y manejas diferentes hipótesis.