La inmigración australiana en Paraguay se registró a fines del siglo XIX y fue de carácter utópico.
[8] Desde hacía tiempo venía concibiendo la creación de un edén comunitario en algún lejano confín del planeta.
Como lo demostraría en los años siguientes, en la obsesión radicaba lo mejor y lo peor de su extraño carácter.
Con un comité de dirigentes sindicales e intelectuales de izquierda fundó la New Australia Cooperative Association y envió tres emisarios a América Latina: Alfred Walker, Charles Leck y William Saunders, para buscar un lugar donde asentar su comunidad.
[4] Primeramente se dirigieron a la Argentina, donde inspeccionaron los lugares que les fueron ofrecidos en la Patagonia, pero ninguno de ellos fue considerado adecuado.
Se había decidido durante el viaje que después llegar, un grupo de unos 45 solteros saldría enseguida para Villarrica en tren.
Algunos días después, el grupo de solteros volvió con la buena noticia de haber encontrado el nuevo sitio, donde inclusive había preparado un galpón abierto y otras dependencias (cocina y baños) para recibir al resto del grupo.
Y poco antes del mediodía llegaron al lugar que los paraguayos llamaban el Puesto de las Ovejas.
Tanto las mujeres casadas como las solteras votan y tienen los mismos derechos que los varones” según sostiene Whitehead.
El propio gobierno paraguayo puso como condición a los australianos no pasar la línea del color, para no contaminar al Ser Nacional ni con su raza, ni con sus ideales y organización política y social utópica.
[4] “En Nueva Australia los solteros no podían ahogar sus penas en alcohol dado que habían firmado un compromiso de abstinencia.
No pasó mucho hasta que tres hombres se hartaron de la situación, se acercaron a una aldea cercana, tomaron un poco de vino con el sacerdote y coquetearon con mujeres del lugar.
[4] Sesenta y cuatro australianos se dieron una segunda oportunidad para cumplir su utopía en la tierra paraguaya.
[4] Liderados por William Lane, los utópicos auto-exiliados a Colonia Cosme se proclamaban “verdaderos creyentes”.
Terminó trabajando como editor de un diario en Nueva Zelanda y se hizo tristemente célebre por sus columnas ultraderechistas, racistas e imperialistas, especialmente durante la Primera Guerra Mundial.
[10] La mayoría de los colonos regresó a Australia a más tardar en 1904, y solamente unos cuantos permanecieron en el país, especialmente aquellos que tenían familias muy numerosas y no podían solventar el alto costo de la repatriación.