Posteriores estudios revelaron que los diversos sulfonamídicos aromáticos con un grupo sulfamilo libre (-SO2-NH2) eran inhibidores de la anhidrasa carbónica.
En 1954 Richard Roblin, basados en los trabajos de Thomas H. Maren, sintetizaron la acetazolamida mientras buscaban un diurético que pudiera administrarse oralmente.
Bernard Becker y colaboradores descubrieron que la anhidrasa carbónica también se puede hallar en el epitelio ciliar ocular.
Durante un tiempo se notó que en ciertos pacientes con epilepsia inhibía las convulsiones y comenzó a usarse en combinación con otros medicamentos especializados.
La inhibición de esta enzima supone la retención en el túbulo renal del bicarbonato, lo que produce una mayor diuresis.