Probó ser una fuente muy valiosa para los británicos al poder desarrollar contra-medidas, especialmente con respecto a sistemas de radiogoniometría y radares, y contribuyó en gran medida a la victoria británica en la Batalla de Inglaterra.
Esta comunicación indirecta era necesaria dado que el Reino Unido y Alemania estaban en guerra, pero en ese momento, Dinamarca permanecía neutral.
[1] Boyes evaluó de inmediato la importancia potencia del informe e hizo que un miembro del equipo de la embajada hiciera una traducción, la cual envió al MI6 en Londres, junto con el original.
El Informe Oslo fue recibido con indiferencia o incluso incredulidad por la inteligencia británico, con la notable excepción de Reginald V. Jones, por entonces un joven Ph.D.
en Física que había sido recientemente puesto a cargo de una nueva área denominada "Inteligencia científica".
Un argumento adicional esgrimido por los escépticos fue que ninguna persona podía haber tenido tan amplio conocimiento de la tecnología armamentística como afirmaba el informe.
De hecho, el Informe Oslo estaba fuertemente centrado en tecnología electrónica y varias grandes compañías alemanas participaron en tales proyectos para las tres fuerzas armadas.
Allí fue reclamado por Johannes Plendl, quien solicitó sus "conocimientos científicos" para asistirlo en el desarrollo del sistema Knickbeine y sus evoluciones posteriores.
Jones respetó dicho acuerdo, revelando la verdad recién en 1989, casi diez años después del fallecimiento de Meyer.