Nada se sabe sobre sus primeros años; se supone que debió ser educada en Galicia y en el palacio de don Juan Manuel, duque de Peñafiel y marqués de Villena, pues parece probado que vivió con Constanza Manuel, hija del duque y prima suya.
A partir de esta época los lazos que se habían formado entre Inés y el infante tomaron un carácter muy distinto del que habían tenido durante la vida de Constanza.
Los principales implicados, los consejeros Pedro Coelho, Diego López Pacheco y Álvaro Gonçalves, señalados como los más incisivos en presionar al rey para asesinar a doña Inés, consiguen fugarse, provocando la furia del infante Pedro.
La leyenda admitida por la tradición, pero no probada por la historia, cuenta que el rey Pedro tomó el cadáver de Inés —en estado de descomposición avanzada— y lo colocó en el trono obligando a su corte y a todos los allí presentes a que le rindieran los honores debidos de reina.
Pacheco fue el único que consiguió escapar a Aviñón y más tarde Pedro I le perdonaría la vida.
La primera posición de las tumbas fue una al lado de la otra, con los pies mirando hacia el este, frente a la primera capilla del crucero sur, entonces dedicada a San Benito.
[10] Cuando las tumbas, en el siglo XVIII, fueron colocadas frente a frente, surgió la leyenda de que estaban en esa posición para que Pedro e Inés "pudieran mirarse a los ojos cuando despertaran el Día del Juicio".