Con la llegada de la Primera Revolución Industrial, en el siglo XVIII, una de las primeras industrias en tener un gran desarrollo es la textil con la producción del algodón en Gran Bretaña, mismo que era extraído en bruto en sus colonias.
Esto es fundamental, ya que la innovación tecnológica fomentó el desarrollo del capitalismo a nivel mundial.
Durante el gobierno de Guadalupe Victoria, la minería era la industria con mayor apoyo.
El gobierno de Anastasio Bustamante también mostró mucho interés en la industria textil.
Fue el político conservador Lucas Alamán quien mayores esfuerzos sistemáticos hizo por la industrialización de México, como funcionario público y como ciudadano.
Con la instauración del Porfiriato, periodo comprendido entre 1876 y 1910 durante el cual el ejercicio del poder en México estuvo bajo control de Porfirio Díaz, se presenta un cambio en cuanto a la situación en la que se encontraba inmersa la industria.
En 1845, en vísperas de la Intervención estadounidense en México, existían 52 fábricas textiles de algodón esparcidas por toda la república: veinte en Puebla, ocho en México, siete en Veracruz, cuatro en Jalisco, que aún incluía Nayarit; cinco en Durango, dos en Querétaro, una en Sonora, dos en Coahuila, una en Michoacán y dos en Guanajuato.
[6]Durante la primera mitad del siglo XX ya existía un tercio más de fábricas y la fuerza laboral se multiplico a un 60% entre 1877 hasta 1910 Durante la guerra con Estados Unidos, México perdió vidas, tiempo y dinero, lo cual influyó para que la competencia de los productores nacionales con el contrabando norteamericano creciera.
Los pioneros de la industria ya estaban muertos y los que se quedaron al mando fueron sus herederos.
A lo largo de 1890 a 1940, solamente cuatro empresas textiles intercambiaban sus acciones en la bolsa, había poco endeudamiento y esto no era algo bueno, ya que significa que los recursos existentes para invertir en la misma estaban más limitados impidiendo que las empresas crecieran y si lo hacían, era de forma más concentrada.
Puebla y Tlaxcala fueron los estados donde la industria textil tuvo gran desarrollo durante el porfiriato.
Lo mismo ocurría si el transporte y organización provocaban alza en los productos básicos.
Ahí se encontraban varias líneas de ferrocarril y otras empresas industriales.
Debido a los caminos podía tener un mayor control sobre el tráfico de mercancías.
Las factorías de Orizaba cobraron fama de ser las más modernas al final del siglo XIX; aquí la industria se concentró en siete fábricas: Cocolapam, San Lorenzo, Cerritos, Río Blanco, Santa Gertruis, Santa Rosa y Mirafuentes.
La industria textil dependió de la energía hidráulica; en Orizaba se aprovechaba el agua de los ríos Orizaba, Tlilapan y Blanco; CIDOSA, La Compañía Industrial Veracruzana, Sociedad Anónima (CIVSA) y The Santa Gertrudis Jute Mill Company Limited fueron las compañías que obtuvieron los derechos del agua de estos ríos.
Los obreros eran principalmente hombres indígenas, campesinos, artesanos, etc. Al principio los supervisores y empleados administrativos eran extranjeros, pero después se capacitó a los trabajadores mexicanos.
A partir del boom del algodón, la primera pasó de tener cinco mil habitantes en 1895 a 34 mil en 1910, y Gómez Palacio aceleró aún más el crecimiento que ya tenía, derivado de su industria jabonera.
Ambas urbes se electrificaron y modernizaron antes que el resto del país.
La industria textil se encontraba ante un difícil camino y los años siguientes fueron de lenta recuperación.