En ella el románico es puramente anecdótico, apareciendo lo esencial del edificio como una obra gótica tardía con remoces neoclásicos y barrocos.
La caja de muros se eleva en excelente sillería arenisca de veta amarilla y grano fino, que a veces alterna con otros sillares de veta más gruesa en la que se aprecia conglomerado ya degradado.
El edificio tardorrománico debió plantear un templo de nave única, de la cual resta el tramo occidental con la espadaña sobre el hastial, espadaña que sigue el esquema tradicional, con un piso inferior liso y cuerpo de campanas con dos vanos ligeramente apuntados, hoy cegados al añadirse en el siglo XVIII a esta estructura un segundo cuerpo de campanas, con dos troneras de medio punto y remate en piñón con campanil y decoración de bolas.
Por la labra pueden ser piezas góticas que respetan los modelos de los canecillos románicos reutilizados.
Su planta se reparte en dos naves que se cubren con bóveda de crucería estrellada, dentro de las cuales podemos admirar varios retablos barrocos del XVIII adornados con buena imaginería, un guadamecí, así como dos sepulcros en arcosolio del siglo XV, donde se representan las figuras yacentes de Pedro Fernández Vicario y de otro Pero Fernández, que fuera abad de Castañeda.