Para ello realizó un gran edificio exento dividido en dos niveles: teatro (el inferior, subterráneo) e iglesia (superior).
Las fachadas son ciegas a excepción de la principal, donde se abren dos pórticos con marquesinas voladizas y muros calados para jugar con la luz.
La mirada conduce al único altar, el cual se puede observar desde cualquier rincón de la planta.
La decoración interior se limita a las pequeñas cruces sobre pared blanca que forman el Vía Crucis, dos tallas de madera que siguen la estética moderna (Virgen María y Santo Domingo) y, en contraposición, la figura de Cristo Crucificado de corte clásico.
Debido al cierre del colegio, el culto en la iglesia se ha limitado.