Desde el siglo XX, el alsaciano ha ido perdiendo terreno frente al francés, especialmente en los centros urbanos, aunque sigue siendo lengua habitual en las zonas rurales, principalmente entre las personas de más edad.
Por su parte, en el extremo norte y noroeste de Alsacia se hablan dialectos del fráncico renano, pertenecientes a la familia del alemán central occidental: en la frontera con el Palatinado (Alemania) se habla un dialecto emparentado con el palatino, y en la llamada Alsace Bossue (zona de Sarre-Union) se habla fráncico lorenés.
En 1999, Francia firmó la Carta Europea de las Lenguas Minoritarias o Regionales, quedando en tramitación su ratificación por el Parlamento francés y sus dos cámaras.
Con todo, y a pesar del fuerte sentimiento de pertenencia a Francia, existe un importante movimiento cultural y político en defensa de la lengua, y su vitalidad es comparativamente buena en comparación con otras lenguas minoritarias de Francia, como por ejemplo el bretón, sumado al movimiento político, ideológico y social con manifestaciones públicas en favor del independentismo alsaciano, especialmente luego la incorporación del territorio alsaciano a la región del Gran Este a partir de 2016.
La diferencia más importante entre Alsacia y estas regiones (especialmente la segunda) es la menor influencia por parte del alemán como la lengua estándar escrita en Alsacia, lo que ha permitido la conservación de muchas palabras consideradas arcaicas o caídas en desuso en otros lugares.
Además, el alsaciano presenta una permeabilidad constante al francés, única lengua oficial y de la vida pública.