[1] Todos los vecinos estaban obligados a colaborar en la manutención de los hornos públicos (por ejemplo, proporcionando leña).[2] El horno, además de sitio donde cocer el pan, constituía un lugar para socializar, en especial durante el invierno.[3][4] En Europa, la cultura de los hornos comunales se extendió durante la época romana y tuvo continuidad, especialmente en áreas rurales, hasta el siglo pasado.[11] En las sociedades agrarias preindustriales, el molino era una institución fundamental, ya que en ellos se pulverizaban los granos de cereal para hacer la harina.El poyo (del latín, podium) es la encimera adyacente al horno donde se dejan reposar las masas antes de introducirlas.En Valdeperillo, La Rioja, los vecinos decidían sus turnos echándolo a suertes con un viejo método llamado «echar habas».[18] También había mucha regulación respecto a la elaboración del pan, en especial con las mezclas fraudulentas con otros cereales para abaratar la harina (en algunos casos conteniendo incluso serrín).Los sellos de pan existieron en el mundo antiguo e incluso ciertos yacimientos arqueológicos señalan que durante la prehistoria ya pudieron ser usados.En la Antigua Roma, los panes se estampaban para las saturnales, para celebrar el año nuevo o el cumpleaños del Emperador.Para escribir su libro La tradición del pan artesanal en España (1994), el gastrónomo José Carlos Capel viajó por el país buscando sitios remotos donde aún siguiesen usando hornos comunales.