Investigaciones realizadas en la última década confirmaron la presencia humana en las Sierras de Córdoba desde fines del Pleistoceno.
[1] Los artefactos recuperados, consistentes en instrumentos y desechos líticos, indican que el alero había sido utilizado para establecer campamentos de corta duración.
[4] Estas puntas fueron empleadas por diversos grupos de cazadores-recolectores sudamericanos entre 11.000 y 9000 años atrás.
[9] Debido a esta amplitud, los grupos de este período fueron definidos como “cazadores-recolectores generalizados”.
Los cambios ocurridos durante este período se materializaron, entre otros aspectos, en las primeras expresiones simbólicas relacionadas con la construcción de identidades sociales y la pertenencia de los grupos a determinados territorios, como es el caso del arte rupestre y las sepulturas.
[13] Esta y otras informaciones permiten señalar una mayor importancia de los vegetales en la dieta.
[16] Las viviendas estaban construidas con materiales perecederos (troncos, ramas, cueros), ya que no emplearon la piedra.
[17] En las adyacencias así como en el interior de estos recintos se realizaron diversas prácticas a nivel doméstico.
Para este período el registro arqueobotánico es amplio, con un listado diverso de especies aprovechadas.
Entre ellos sobresalen la corzuela o cabra del monte (Mazama gouazoubira), armadillos (Dasypus sp., Chaetophractus sp., Tolypeutes sp.
Aunque el aprovechamiento de estas pequeñas presas debió ser importante para la subsistencia, su realización no requería planificaciones especiales.
[22] En cuanto al posible manejo de llamas (Lama glama), las evidencias arqueológicas no son definitivas.
Otros datos provienen del arte rupestre, ya que en ciertas zonas como el Cerro Colorado y las sierras de Serrezuela se identifican escenas que involucran a hileras de camélidos atados por el cuello, eventualmente con una persona al frente.
Un ejemplo son las azuelas y hachas pulidas, fundamentales para crear claros en el Bosque Serrano, fomentar el crecimiento de plantas silvestres con frutos comestibles y cultivar[24].Las puntas de proyectil, elaboradas tanto en roca como en hueso, resultan claves para comprender aspectos tecnológicos relacionados con la intensificación económica, entendida como la incorporación de diversos recursos a la dieta, y los cambios en las relaciones sociales.
Finalmente, aunque no se conservaron en los sitios arqueológicos, sabemos que se elaboraron artefactos livianos en fibras orgánicas, destinados a usos como la vestimenta o contenedores para el traslado, procesamiento y almacenamiento a corto plazo de productos agrícolas o de la recolección.
[27] Numerosos sitios arqueológicos, distribuidos por diferentes áreas y ambientes serranos, señalan actividades realizadas en forma colectiva.
Las infraestructuras consisten en equipos para la molienda en rocas fijas, definidos por su inmovilidad y larga vida útil.
[29] Durante este período se incrementaron sensiblemente las demarcaciones territoriales, iniciadas en tiempos previos a través de formas materiales como el arte rupestre y las sepulturas.
[30] En otros casos las imágenes fueron plasmadas en lugares abiertos, de gran visibilidad incluso para numerosas personas en simultáneo, ocasionalmente en sitios de importancia pública asociados a infraestructuras para la molienda colectiva.
A través de las mismas ingresaron regularmente a la región objetos terminados y materias primas alóctonas, como determinadas rocas (por ejemplo sílices), valvas de moluscos (Anodontites sp., Diplodon sp., Urosalpinx sp.)
Las tensiones pueden ser advertidas, por ejemplo, en determinados paneles con arte rupestre, ubicados en lugares con una alta visibilidad pública, donde las creaciones originales fueron parcial o totalmente destruidas para imponer en el mismo sitio otras imágenes.
[23] Por último, se han registrado algunos casos de violencia interpersonal en esqueletos con diferentes lesiones o flechas incrustadas entre los huesos.
En estos casos se destaca el empleo mayoritario de puntas óseas alargadas, que probablemente eran destinadas con preferencia para los conflictos entre personas.
[39] De manera tal que existen pocos elementos para afirmar que estas denominaciones se correspondieran con entidades reales y reconocidas por los propios nativos y no fueran, en cambio, identidades asignadas por los españoles, producto quizás de una diferenciación lingüística observada.
[42] Situaciones similares han ocurrido en otras regiones como el Noroeste Argentino, por ejemplo con los pueblos calchaquíes, o en el sur con los grupos pampas.
Las fuentes coloniales más tempranas aportan sí, algunos datos sobre las características del sistema de autoridades.
La autoridad de los jefes étnicos se basaba en el “prestigio” adquirido y en el “parentesco” que daba preeminencia a ciertos linajes.
[cita requerida] En cuanto a los poblados, no eran todos del mismo tamaño sino que poseían diferentes grados de agregación.
Con el tiempo, las modalidades de resistencia fueron menos violentas y más sutiles o veladas.
[48] El etnónimo “comechingón”, que había tenido una aparición fugaz a fines del siglo XVI, reapareció durante el siglo XX para reivindicar los derechos y la memoria de los nativos del lugar, aquellos cuyos nombres fueron olvidados.