[2] Testimonio del antiguo trabajo de los metales son también numerosos topónimos relacionados con la actividad extractora: Argentiera, Montiferru, Funtana Raminosa, Capo Ferrato, por mencionar solo algunos ejemplos.
En torno al tercer milenio antes de Cristo, probablemente importados de la cuenca oriental del Mediterráneo, llegaron y se difundieron también en Cerdeña los conocimientos metalúrgicos, que alcanzaron durante la civilización nurágica un elevado nivel técnico.
La posición geográfica de la isla y su patrimonio minero, atrajeron entre el siglo XIV[4] y el VIII a. C. a los mercaderes fenicios a quienes, hacia la mitad del siglo VI, se unieron los cartagineses.
Desde el 269 a. C. la república había adoptado la plata como base monetaria, mientras que el plomo era usado en diversos campos de la vida civil.
Tras un breve paréntesis debido a la ocupación vandálica, la isla cayó bajo el dominio del imperio bizantino.
La isla se organizó en cuatro reinos soberanos e independientes: los así llamados, Giudicati de Cagliari, Arborea, Torres y Gallura.
De la historia minera del período “giudicale” (expresión usada en relación con los giudicati) no existen más que algunos pocos documentos.
Sin embargo, resulta lícito pensar que la actividad extractora no se abandonó nunca del todo.
Favoreció además el traslado hacia la isla de talleres toscanos, expertos en el trabajo minero, e intentó repoblar todos sus dominios.
Los delitos contra la actividad extractora eran castigados severamente: la pena de muerte estaba prevista para quienes robasen plata o mineral argénteo pero también para quienes extrayesen plata de mineral robado.
En el territorio de Argentiera cualquier persona podía emprender la actividad extractora; no era raro que con tal objeto se constituyeran compañías cuyos participantes (parsonavili) poseían cuotas (trente) de la sociedad.
Algunos socios de estas compañías llamados bistanti se limitaban a anticipar el capital necesario.
En la estación veraniega los trabajos se suspendían a causa de lo insalubre del clima, ya que las áreas costeras eran atacadas por la malaria.
Se ha calculado que las minas sardas han proporcionado a Pisa cerca de 15 toneladas anuales de plata en el período que va desde fines del siglo XII hasta inicios del XIV.
Bajo la dominación aragonesa primero y española más tarde, la actividad minera vivió una decadencia progresiva.
No obstante lo anterior, se puede afirmar que ni siquiera en este tiempo las minas sardas cesaron totalmente su actividad; de hecho, existía un pequeño mercado insular al menos para el plomo.
Se asignaron al menos 40 concesiones para la exploración y el uso de los yacimientos sardos.
Belly intentó también reintroducir el trabajo obligado en las minas y por ello fue criticado por Quintino Sella.
Belly lo consideraba demasiado costoso debido al terreno inaccesible y a la dificultad de las comunicaciones en la zona.
A inicios del siglo XIX existían en Cerdeña 59 minas, sobre todo de plomo, hierro, cobre y plata.
Según la nueva ley, cualquier persona podía solicitar la autorización para efectuar investigaciones mineras; se requería la autorización escrita del propietario del fondo en el que se deseaba realizar la investigación pero, si el propietario se oponía y el rechazo no contaba con argumentaciones adecuadas, el prefecto podría proceder de oficio a conceder el permiso.
Esta normativa entró plenamente en vigor solo en 1848, tras la así llamada “perfecta fusión” entre Cerdeña y los estados de los Saboya.
La mayor parte de las sociedades mineras que operaban en Cerdeña empleaba capital no sardo.
Desde 1865 al plomo y a la plata –que siempre habían sido los minerales más extraídos en la isla– se unió el zinc.
Esta innovación revolucionó en poco tiempo las técnicas extractoras y permitió el cultivo con costos relativamente bajos, incluso con canteras húmedas.
Asimismo, se evidenciaba la necesidad de realizar y desarrollar un sistema adecuado de comunicaciones telegráficas: Sella refiere que las principales compañías mineras pedían poder construir, con su propio dinero, nuevas líneas telegráficas para hacer más veloces las comunicaciones.
El año anterior la industria minera italiana había visto el nacimiento de un nuevo sector.
De las tres minas que habían sido establecidas en el yacimiento, se aumentó a diez en 20 años y luego se disminuyó hasta que quedó sólo una en el momento de la clausura definitiva.
En 1885 el ingeniero francés, Leon Goüin, fundó en Génova la "Società Tacconis-Sarrabus" para la extracción en la mina de Tacconis.