Desde principios del siglo XX, y aún en la actualidad, es el método más utilizado para aumentar el punto de fusión a grasas alimentarias.
Y como medida preventiva, es recomendable que la población general sana limite la presencia de estos productos en su dieta habitual, o que elija entre varios productos, aquellos con menor porcentaje de grasa hidrogenada.
Hay que tener en cuenta que esos alimentos (entre ellos la carne roja) aporta una serie de beneficios al organismo pero si se comen en exceso producen colesterol (con sus consecuentes problemas cardiovasculares) y cáncer, por ello hay que mantenerlos en la dieta pero limitar su ingesta.
El hidrógeno gas disuelto en el aceite, es absorbido en el catalizador metálico (níquel, platino, paladio...), separándose en los dos átomos que conforman la molécula.
La exotermicidad de la reacción hace aumentar la temperatura del aceite, que no debe superar en ningún caso los 210 °C, puesto que a partir de esas temperaturas se forman compuestos nocivos e indeseables, cómo hidrocarburos aromáticos policíclicos.
Normalmente se utiliza níquel soportado en una base de sílice.
En uso para animales se recupera por reacción química con ácido sulfúrico hasta 5 veces después de haberle quitado la grasa por calor.