Su obra se caracterizó por no seguir un método académico y por tener una gran fuerza psicológica.
Hermenegildo Bustos fue un artista que se dedicó a la pintura, desarrollándose con un aprendizaje autodidacta.
Así también opta por seguir las actividades de su progenitor, y como él, se acerca a la escritura desarrollándose en la crónica.
Además se involucra en diferentes oficios, entre ellos labora vendiendo nieves, en la albañilería, hojalatería, carpintería, sastrería, trabaja también en el entorno de la música, así como realizando esculturas y escenografías.
Por ello, por algunos meses intenta aprender algunas cosas del artista Juan Herrera, pero éste le brinda pocos conocimientos y en realidad sólo lo utiliza como ayudante.
Él destaca principalmente por su línea del retrato, en donde comunica emociones con un impacto psicológico muy notorio.
Nunca dejó su ciudad natal y su fidelidad también se tradujo en la técnica que utilizaba, principalmente óleo.
Debido a que fue recibido con gran júbilo por la comunidad, Juárez decidió instalar su despacho en la sede del Ayuntamiento, en el cual, una mañana, se presentó Hermenegildo Bustos con la idea de retratarlo, y Juárez accedió a esta propuesta.
Dos años después realizó el retrato de Juan Nepomuceno Gutiérrez Valdivia, del cual existen tres versiones más.
En este segundo retrato, Bustos supo plasmar el semblante serio y austero de Francisca, que sujetaba a su hija.
En 1901, seis años antes de su muerte, pintó su autorretrato, para el cual diseñó su propio abrigo.
Al reverso de sus cuadros describía a los retratados, frecuentemente señalaba la altura y esporádicamente les ponía una dedicatoria.
Sin embargo, el retrato es de Joaquina Ríos, sin fecha y sin firma, acreditado como anónimo.
[9] Sus retratos fueron coleccionados, en primer lugar por el escritor Francisco Orozco Muñoz de Guanajuato.