Esta segunda cautividad duró otros dos años, al cabo de los cuales se fugó e hizo actor en provincias; pero, siempre metido en líos de faldas, sedujo en París a la hija de un obrero y llevándola a Holanda, se casó con ella en Bruselas y tras pasar a Lieja, se mantuvo dando clases de francés y representando piezas teatrales que él mismo componía, entre ellas Il faut croire à sa femme, comedia en verso y en un acto de 1786.
Al año siguiente publicó una novela de aventuras, una de las que más estuvo en boga, L’Enfant du carnaval, por el que recuperó de mala gana el afecto de su padre, quien lo reconoció en su testamento como si fuese un alnado o bastardo, por más que Pigault-Lebrun no quisiese tener ya nada que ver con él.
Su hermano pequeño, Pigault-Maubaillarcq, fallecido en 1839, publicó dos novelas góticas a la manera de Ann Radcliffe: La famille Wieland (Paris, 1809, 4.
Sus novelas son muy movidas, llenas de peripecias y aventuras, de una imaginación fecunda e incansable, llenas de alegría, y abunda a veces la sensibilidad y la agudeza; esta vivacidad se refleja también en el estilo, descuidado e incorrecto a veces.
Escribió, entre otras cosas, una poco valiosa Histoire de France (8 vols.