[3] Éstos pidieron al rey que los convocara a Cortes y en 1283 el rey Pedro y los representantes de la nobleza y las ciudades del Reino de Aragón llegaron a un acuerdo conocido como el Privilegio General de Aragón por el que éste se comprometía a respetar una serie de privilegios y fueros del estamento nobiliar, y a no tomar decisiones en política internacional sin consultarlo en las Cortes de Aragón.
Sin embargo, el gran poder que adquirió la nobleza con tales privilegios no satisfizo a muchos.
Morvedre y Morella se declaraban inicialmente neutrales, pero la segunda, a pesar de las dudas iniciales y en discordancia con muchas de sus aldeas, se unió a la causa realista.
[10] En Aragón en febrero de 1348 varias villas realistas Teruel, Daroca, Calatayud y Tarazona organizan una Fraternidad por primera vez para enviar un contingente de sus huestes para hacer frente a los unionistas aragoneses que tenían el apoyo de Huesca, Barbastro, Jaca y Zaragoza.
A las reivindicaciones nobiliarias se sumaron las clase populares, que después de una serie de malas cosechas, protestaban contra el autoritarismo del rey Pedro el Ceremonioso y sus cargas fiscales, que tenían por objeto financiar sus campañas militares exteriores.
Cuando uno de los sirvientes del rey recriminó, en una fiesta en honor del monarca, que se hubiera formado la Unión de Valencia en contra de s, el pueblo airado su señor, entró en el palacio para actuar contra los consejeros reales y, incluso, el rey tuvo que salir de su cuarto y enfrentarse al alboroto.
Al declararse epidemia de peste negra el rey consiguió marchar y organizar sus tropas en Teruel.
Así, el rey finalmente se enfrentó abiertamente a la Unión aragonesa el 21 de julio del año 1348 en la Batalla de Épila, venciéndola y acabando con su poder y sus privilegios.
[3] Sin embargo, al mismo tiempo el rey amplió los poderes del Justicia de Aragón para mediar en los conflictos entre los aragoneses y el monarca, de manera que, en realidad, buena parte de los derechos que los nobles se habían atribuido en la Unión, quedaban salvaguardados en la figura del Justicia y ampliados a todos los aragoneses.
El rey explica en su crónica las razones por las que trató, con más benevolencia que pensaba, la ciudad, que pretendía quemar y llenarla de sal por su rebeldía, tal como se cita en el texto: Al final, sin embargo, además de algunas ejecuciones y de perdonar algunos nobles, el rey confirmó, modificó y revocó, a su albedrío, los privilegios de la ciudad.