Una de las fuentes del conflicto fue la desconfianza ancestral, la rivalidad y la hostilidad entre la Antigua Confederación Suiza y la Casa de Habsburgo, que había llegado al trono del Sacro Imperio Romano Germánico en 1438.
Los suizos habían obtenido el estatus de Reichsfreiheit, responsables solo ante el emperador, sin señores feudales o príncipes intermedios.
Cuando Federico III de Habsburgo llegó al trono imperial, los suizos se enfrentaron súbitamente a una situación nueva, en la que ya no podían contar con el apoyo del Imperio.
Pero el turbulento reino que gobernaba Federico no le permitió emprender operaciones militares contra los suizos.
[3] Sin embargo, Carlos no ayudó a Segismundo contra los suizos, así que este último volvió a comprar los territorios en 1474 y firmó una paz con la Confederación, la Ewige Richtung que, sin embargo, el emperador nunca reconoció.
La primera fase de este conflicto duraría hasta 1489, lo que mantuvo a Maximiliano ocupado en los Países Bajos.
Llegaría incluso a caer en manos de sus enemigos y permanecer como prisionero en Brujas en 1488.
Fue liberado cuando su padre envió un ejército mandado por el duque Alberto de Sajonia en su rescate.
Para la gente común de Suabia, la independencia y libertad que disfrutaba la Confederación Suiza era un modelo poderosamente atractivo.
[7] Estos temores no eran totalmente infundados: los suizos habían empezado a formar alianzas al norte del río Rin, firmando un primer tratado con Schaffhausen en 1454 y más tarde tratados con ciudades más lejanas como Rottweil (1463) o Mulhouse (1466).
La ciudad de Constanza y su obispo se vieron en medio de ambos bloques: tenían posesiones en Suabia, pero la ciudad todavía ejercía la alta justicia sobre Turgovia, donde los suizos habían asumido la baja justicia desde la anexión en 1460.