Villanúa (Huesca, Aragón) contaba al finalizar la II República con una presencia importante de Izquierda Republicana, cuya sede estaba en casa Bastero y a la que te tenías que afiliar para trabajar en obras vecinales, si bien al producirse el alzamiento militar el 18 de julio de 1936, cayó dentro de la zona nacional.
El alcalde republicano, Adrián Viñao, de casa Roñón, se quitó la vida.
Es entonces cuando al situar al frente del Ayuntamiento a una persona más afín al levantamiento, Antonio, de casa Mundo, se inicia una represión interna impregnada de rencores y revanchas que hace que el nuevo alcalde denuncie a tres vecinos, los cuales fueron hechos prisioneros y llevados al Fuerte de Rapitán (Jaca), dos de ellos fueron fusilados Antonio Orraj Villanúa, de casa Lorenzón y Antonio Izuel Bescós de casa Maruja) y el tercero, José de casa Val, murió enfermo tras la detención.
Una segunda denuncia arbitraria del alcalde contra trece vecinos fue evitada por el párroco, mosén Tomás Buesa Grafiella que se cruzó ante los falangistas en el camino de la fuente para evitar la nueva razzia.
Acabada la guerra el control militar se mantuvo férreo durante años ante una previsible entrada del maquis desde Francia, que años más tarde se produciría por el Valle de Arán, pero que llenó esta parte del Valle del Aragón de nidos para ametralladoras de los que aún quedan varios en los caminos y que formaban parte de la Línea P. Además en las casas de Salanova (Eléctricas) y en las grutas se retenían a presos republicanos a los que se obligó a trabajar en obras públicas de la zona.