[4] Gregorio estaba destinado a una carrera secular, y recibió una sólida formación intelectual.Pero, inquieto sobre cómo compatibilizar las dificultades de la vida pública con su vocación religiosa, renunció pronto a este cargo y se hizo monje.[6] Trabajó con constancia por propagar la regla benedictina y llegó a fundar seis monasterios aprovechando para ello las posesiones de su familia tanto en Roma como en Sicilia.[7] En el año 579 el papa Pelagio II lo ordenó diácono y lo envió como apocrisiario (una suerte de embajador) a Constantinopla, donde permaneció unos seis años[2] y estableció muy buenas relaciones con la familia del emperador Mauricio y con miembros de las familias senatoriales italianas que se habían establecido en la capital oriental.[9] Gregorio regresó a Roma en 585 o 586 y se retiró nuevamente al monasterio.[9] Al acceder al papado el 3 de septiembre de 590,[1] Gregorio se vio obligado a enfrentar las arduas responsabilidades que pesaban sobre todo obispo del siglo VI.En vano se esperó la ayuda imperial; ni siquiera los soldados griegos de la guarnición recibieron su paga.Así, negoció una tregua y luego un acuerdo para delimitar la Tuscia romana (la parte del ducado romano situada al norte del Tíber) y la Tuscia propiamente dicha (la futura Toscana), que a partir de entonces sería lombarda.Este acuerdo fue ratificado en 593 por el exarca de Rávena, representante del Imperio bizantino en Italia.Los cautivos eran altos, bellos de rostro y todos rubios, lo que resultó más llamativo para Gregorio.«Non angli sed angeli» («No son anglos sino ángeles»), señaló Gregorio.La respuesta de Gregorio (preservada en el libro de Beda) fue: «No destruyan los santuarios, límpienlos», en referencia a que los santuarios paganos debían ser re-dedicados a Dios.
Gregorio Magno siendo inspirado por el Espíritu Santo
, miniatura del
Registrum Gregorii
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