Sucedió a su padre en el condado de Geraci en 1398 pero bajo una regencia ejercida por su padrino y tutor, a quien se tuvo que enfrentar dos años después.
Cuando murió en 1415, le dejó en herencia las baronías de Gratteri y Caronia, San Mauro y Pollina, más el feudo de Fisauli.
Dicho enlace fue dotado con las baronías de Gratteri y Caronia.
Desde el inicio de su vida pública se distinguió por su constante adhesión a la corona.
En primer lugar apoyó a la joven reina Blanca en su cometido de virreina como esposa viuda del rey Martín el Jovendurante la larga lucha que sostuvo con el poderoso conde de Módica y justiciero mayor del reino Bernardo de Cabrera, ya que ésta no había tenido investidura directa del rey.
Ese mismo año, el rey Alfonso V de Aragón el Magnánimo le concede (para él y sus sucesores) el ejercicio del Diritto di merum et mixtum inperium[4] en sus feudos de Geraci, San Mauro, Gangi, Castelbuono, Tusa, Pollina, Castel di Lucio, Tusa Sottana, Ciminna e Termini.
Aprovechando esta circunstancia, Anguillara intentó matar al rey con un puñal envenenado, pero Fernando I se defendió espada en mano y puso en fuga al asesino y a Marino Marzano.
Tras su liberación, en el mismo año fue nombrado Gran almirante del reino de Sicilia, título que, por algunos historiadores, no tenía relevancia desde el punto de vista militar ya que consistía en extraer un beneficio para la Corona de la actividad corsaria, reservándose para él y sus tripulaciones una pequeña parte del botín pero que tenía mucho relieve por la actividad industrial de los astilleros, por guardar los negocios navales y la jurisdicción sobre los marineros y mercaderes.
Mientras que él mismo permaneció en la isla de Sicilia para armar y organizar una flota con la que marchar contra Nápoles, envió al conde-marqués a Puglia con un contingente de sicilianos, en su mayor parte formado por súbditos del propio conde.
El rey Alfonso, en reconocimiento a su capitán, se ocupó personalmente que fuesen también puestos en libertad los hijos del conde-marqués, que también habían sido hecho prisioneros en Ponza, y por los cuales los genoveses pedían un importante rescate.
[31] Entretanto la guerra continuaba: entre 1440 y 1443 se batió en Chieti, Troia (alta Capitanata),[k] Sessano[32] y finalmente entró en Nápoles junto al rey Alfonso.
[l] Entre Julio y agosto de 1445, el principe Sforza reconquistó la marca de Ancona, poniendo en apuros al papa Eugenio IV y creando un serio contratiempo al propio Alfonso V, que vio como sus avances de casi un año se perdían en solo dos meses.
[47] Desarrolló estrategias para llevar la rebelión a Calabria y así conseguir ayuda para combatir al príncipe de Taranto.
De los relatado sobre sus empresas, su factor diferencial en una época en que cambiar de bandera era una constante de todas las más relevantes figuras militares del tiempo, fue precisamente la inquebrantable fidelidad con que toda su vida sirvió a la corona de Aragón, batiéndose por ella en Sicilia, Nápoles, Grecia y en cualquier otro sitio al que hubiese sido llamado, ofreciendo siempre no solo su persona y su vida, también su propio patrimonio con una disponibilidad sin límites.
A la edad de 23 años, pasó a Cerdeña con el Rey Martino, hijo de Martino, siéndole asignado el mando de un batallón Real, se batió por su Rey, tanto cuando aún estaba vivó como después de su muerte, y dominó a los rebeldes que querían destruir y saquear todo y pacificó el Reino.
Habiendo seguido a Alfonso V en la guerra de Nápoles, puso en fuga a Sforza Cotignola cerca del róo Clanio y, después de la derrota naval del Rey, no dispersa sus tropas: además hace huir a Jacopo Cadalora, la Reina Isabella y destruye totalmente la caballería; y obliga al Patriarca de Aquilea a abandonar el asedio de Capúa y, sometidas muchas ciudades, defendió Capúa y de forma esforzada consiguió salvar no solo al Reino, también a su Majestad el Rey.
Rechazó a Renato de Anjou en el ataque a la ciudad de Nápoles, contra la cual marchaba con tropas bien pertrechadas y lo puso en fuga en batalla en la cercanías de Troia, en la que el Rey Alfonso mandaba el ala derecha del ejército y él la izquierda y, compartiendo la gloria del rey, su valor le permitió reivindicar no poca parte de la victoria.
Rechazó las tentativas de aquel Emperador, reforzando y elevando nuevamente a su antigua categoría y dignidad a Carlos, que había estado prácticamente perdido.
Combatió contra el enemigo 60 veces, con otras tantas victorias.