Según Jaume Vicens Vives, «en el gesto cabe reconocer inclinaciones personales -Jacobo era un hombre apuesto-, consideraciones políticas internas -era preciso hacer frente inmediatamente a la rebelión que había estallado en el país- y exigencias diplomáticas -la oposición de Génova a cualquier tentativa de enraizar la dinastía aragonesa en Nápoles».
En este período, Juana comenzó su relación con Giovanni Caracciolo, quien más adelante adquirió un abrumador poder en la corte.
Por consejo de Caracciolo, ella negó la ayuda económica solicitada por Martín para reconstruir el ejército papal.
En consecuencia, el Papa llamó a Luis III de Anjou, pretendiente al trono napolitano.
Luis perdió el apoyo del Papa, pero luego, la relación entre Juana y Alfonso se estropeó.
Luis vivió en su feudo del Ducado de Calabria, esperando la llamada al trono, pero murió en 1434.