Sepúlveda y su tierra pertenecieron siempre al realengo, sin solución de continuidad.
En lo alto de la colina desde la que se divisa todo el pueblo, se alza la iglesia dedicada a San Miguel, en la que se encuentran dos puntos de atención, pues el resto del edificio ha sufrido distintas remodelaciones que camuflan su aspecto original románico; la portada y la cabecera.
La primera se encuentra tras los muros del pórtico lateral, cegado y con abundante material reaprovechado, y es la típica portada abocinada mediante arquivoltas lisas sobre capiteles muy sencillos.
En su interior, destaca el arco de triunfo de medio punto triple sobre columnas con capiteles decorados con formas vegetales muy esquemáticas y que da paso a un desarrollado presbiterio con sus muros articulados mediante arquerías ciegas.
La entrada al mismo, por el lado oeste, posee un sencillo guardapolvos liso.