Franz von Pillersdorf

En 1807, retornó a Viena como asistente del consejero de la corte Barón von Baldacci.

Esto lo puso en el centro de la acción cuando estalló la guerra con Napoleón.

Esta situación puso en primer plano la cuestión de si el gobierno debía ser representativo, pues para mantener el orden financiero conseguido parcialmente se necesitaba la participación del público en la gestión financiera, así como la confianza de que los ministerios no sobrepasarían sus presupuestos.

Se debía arrancar todo tipo de malas hierbas, y eliminar los obstáculos, con el propósito de crear una base para el bienestar público que hasta entonces no se había permitido desarrollar.

La inesperada huida del emperador Fernando I convirtió en cuestión de honor para el primer ministro no dimitir, y Pillersdorf permaneció fiel a su puesto.

Aquí, tomó su lugar en el centro-derecha con los hombres que sinceramente querían apoyar al nuevo gobierno.

Estos procedimientos debieron ser excepcionalmente dolorosos para Pillersdorf, cuyos esfuerzos durante su carrera se dirigieron, como dijo él mismo, hacia "reforzar el poder y prestigio del gobierno e infundir confianza en él evitando motivos de insatisfacción mediante sugerencias de reformas pacíficas."

Pero sus conciudadanos buscaron curar esas heridas: cuando el gobierno constitucional regresó a Austria en 1861, lo llamaron con confianza al recién establecido Reichsrat.