En la antropología canaria, el oficio de alfarero tuvo siempre un contexto femenino-matriarcal.
Desde mediados los años 30 del siglo XX, este oficio quedó ligado para turistas y gran público a la persona de un varón: "Pancho".
Tuvo además un puesto fijo en el barrio de Vegueta, en Las Palmas.
Dos años después de su muerte, aún se recibían bombones en su cueva taller.
[7] Además de la conservación del ecomuseo "Casa-Alfar Panchito", el centro locero anexo dispone de una serie de servicios didácticos y documentales además de un taller permanente y un museo (sala temática) en la que pueden contemplarse ejemplares antiguos y nuevos de la típica vajilla locera: bernegales, braseros, fogueros, gánigos, hornillas, jarras para gofio, sahumadores, tinajas para frutos secos, tostadores para el grano, etc.[8]