Hijo de Lorenzo Depero y Virginia Turri, procedentes ambos del pueblo de Vigo di Ton, entonces perteneciente al Imperio austrohúngaro[2] La familia Depero, cuando su hijo era aún muy joven, se trasladó a Rovereto, donde estudió en la Realschule (Scuola Reale Elisabettina), una escuela de arte donde coincidieron varios jóvenes que tendrán gran importancia en el desarrollo artístico italiano del siglo XX.
En 1913 publicó su primer libro, Spezzature-Impressioni: Segni e ritmi, donde reunió poesías y pensamientos, junto a varias ilustraciones suyas.
[3] Gracias al galerista Sprovieri expuso en Roma, en la Esposizione Libera Futurista Internazionale, en la primavera de 1914,[5] en la que participaban artistas muy prestigiosos.
Luego regresó al Trentino para exponer en Trento, pero allí le sorprende la noticia del comienzo de la Primera Guerra Mundial, por lo que decidió trasladarse a Roma.
[3] En 1915, junto a Balla, escribió un manifiesto que tuvo gran trascendencia: Reconstrucción futurista del universo.
Esta cesura se hacía más evidente por la muerte, durante la Primera Guerra Mundial, de algunos representantes señeros del núcleo inicial futurista, como Umberto Boccioni, Antonio Sant'Elia y Carlo Erba.
[3] En realidad, esta división ha sido usada por muchos críticos e historiadores para hacer una contraposición más ideológica que estilística: al Primer Futurismo pertenecerían artistas de ideología anarquista y socialista, mientras que los segundos serían fascistas o filofascistas.
Sus obras, aunque tenían gran influencia de Giacomo Balla, daban mayor importancia a la expresividad plástica.
En 1927 organizará las líricas radiofónicas[12][13] en las que utilizaba, con efectos jocosos, insertos de tales composiciones onomatopéyicas.
En 1917 conoció al poeta suizo Gilbert Clavel, con quien tuvo una estrecha relación amistosa y laboral.
[3] La ciudad de Rovereto había sufrido mucho durante la guerra y estaba casi destruida.
[15] En 1924 puso en escena en Milán el «ballet mecánico» Anihccam del 3000, que también se representó en veinte ciudades más italianas.
En esta época diseñó y confeccionó los famosos «chalecos futuristas», que vistieron los principales exponentes del movimiento.[8].
También en 1924 contribuyó con tres pinturas futuristas al catálogo publicitario del empresario Giuseppe Verzocchi, cuya empresa Verzocchi & De Romano se dedicaba a la elaboración de ladrillos refractarios (tema que debía aparecer en todas las obras artísticas encargadas).
Así, tras París, expuso en Nueva York (donde fue huésped por un breve tiempo del pintor italiano Lucillo Grassi), en Boston y en Chicago.
Además, se usó diferentes tipos de papel en la confección del libro, muy variados en gramajes y colores.
Depero participó en la III Bienal de Monza, exposición internacional dedicada a las artes decorativas, con obras que se mostraron en el Pabellón Tipográfico (también conocido como Pabellón del Libro), aportadas por los editores Bestetti-Tumminelli y Treves.
En 1928, animado por el éxito que otros artistas habían tenido en la ciudad Depero se instala en Nueva York con su mujer Rosetta.
[16] Sin embargo, sus trabajos mejor remunerados fueron los que hizo para el teatro y, sobre todo, en la publicidad.
La composición gráfica de las páginas muestra predilección por las diagonales, que confieren gran dinamismo al diseño.
Lo plástico se antepone a la claridad en la parte escrita, en consonancia también con los usos del constructivismo ruso.Depero no fue un gran innovador del diseño gráfico, como sí lo fue, por ejemplo, Cassandre, pero su fuerte personalidad y su iconografía personal influyeron mucho en los publicitarios posteriores.
A diferencia, además, de otros compatriotas suyos, que no abandonaron Italia, su etapa norteamericana sirvió para internacionalizar su estética y su trabajo.
A diferencia de ellos, y un tanto desilusionado con el curso del Futurismo, Depero volvió su mirada hacia la naturaleza.
Este cambio de intereses se manifestó tanto en lo estilístico como en los temas de sus obras: poco a poco va abandonando los colores cálidos y las composiciones diagonales para ir prefiriendo los tonos fríos y las estructuras más estables.
En 1931 publicó el Manifesto del arte publicitario futurista,[3] que ya había comenzado a esbozar en Nueva York en 1929.
[3] En Rovereto publicó en 1933 una revista titulada Dinamo Futurista de la que saldrán solamente cinco números.
Después de estas actitividades siempre vuelve a su retiro en el Trentino, donde cada vez pasa más tiempo.
Su participación en las actividades oficiales del aerofuturismo se van haciendo más esporádicas, y poco a poco se va apartando del movimiento, aunque al tiempo se va convirtiendo también en una figura muy respetada y admirada por los miembros más jóvenes, que acuden a visitarlo a Rovereto para homenajearlo y para intentar implicarlo en alguna iniciativa nueva.
En 1947, en parte apoyado por la empresa Cartiere Bosso, trató de encontrar clientes en los Estados Unidos, pero la situación había cambiado por completo y se encontró con una actitud abiertamente hostil al Futurismo, que se consideraba el arte del Fascismo.
Verzocchi se propuso reunir obras artísticas que trataran sobre el mundo del trabajo y encargó a más de 60 pintores italianos un autorretrato y un cuadro, que en todos los casos debía de tener las mismas medidas (70 por 100 cm).