Aunque Europa, por ejemplo, está entrecruzada por ferrocarriles, las vías férreas dentro de territorio europeo no se consideran, por lo general, transcontinentales, con la única y posible excepción del histórico Orient Express.
Los ferrocarriles transcontinentales ayudaron a abrir regiones despobladas del interior de los continentes a la exploración y el asentamiento que de otro modo no hubiera sido posible.
Al atravesar el istmo, la línea se convirtió en el primer ferrocarril que cruzaba por completo cualquier parte de las Américas y físicamente conectaba puertos en el Atlántico y el Pacífico.
Debido al ambiente tropical de la selva, el terreno y enfermedades como la malaria y el cólera, su conclusión fue un gran reto de la ingeniería del siglo XIX.
Esta necesidad se debió principalmente a la fiebre del oro de California.